miércoles, 18 de abril de 2012

24.




Ayer iba a escribir algo pero me vi interrumpida por un vecino con más ganas que aptitud para tocar el piano. Aplaudo su entusiasmo, y una parte de mí le envidia porque soy incapaz de hacer la misma cosa dos veces seguidas, pero a la vez siento una ligera pulsión asesina cada vez que lo pienso. Alguien muy ingenuo pensaría que tener a un estudiante de música al lado supondría horas deliciosas escuchando a Chopin amortiguado por una pared, o que la lectura sería amena porque Liszt en manos de un amateur sonaría tierno y entrañable. Pero me parto de risa -una risa histérica y neurótica, con pelos de loca incluidos- porque es mentira podrida. Después de dos horas de escalas imposibles arriba, escalas absurdas abajo, culminadas con un intento ruinoso de tocar 'Para Elisa' de Beethoven (¿en serio? ¿'Para Elisa'?), estaba que arañaba las paredes. Es una pena porque, entre llamar a su puerta para matarlo o llamar para comérmelo, prefiero lo segundo.
Creo que casi todas hemos fantaseado con músicos. Por lo general tienen una combinación explosiva de sensibilidad, tormento y narcisismo que les hace atractivos a la vez que despreciables, y esas dos cosas juntas les hace irresistibles. Muchas veces no nos gusta algo realmente hasta que no lo odiamos un poco. Así somos. De hecho tengo alguna amiga que sólo sale con músicos; la cantidad de conciertos malos que me he tenido que chupar por culpa de su fetichismo. También es curioso ver cuántos se echan una guitarra al hombro con el único objetivo de calentar la cama, y cuántos de ellos, a pesar de que se les nota demasiado, lo consiguen.
Lo mejor de todo es que, antes de que la falta de talento de mi vecino me convirtiera en Catwoman enfadada, iba a escribir sobre Gioachino Rossini. Como buen epicúreo, a este compositor italiano del siglo XVIII puede que le gustara más comer y beber que la música. De hecho, una vez retirado, se dedicó por entero a estos placeres. Era asiduo a los mejores restaurantes parisinos de la época, y también temido por todos los chefs porque, siendo él mismo aficionado al fogón, acostumbraba a retarles con nuevas ocurrencias y fantasías culinarias. En sus extravagantes invenciones nunca podía faltar el foie-gras, las trufas y el vino de Madeira, y muchas de ellas sobreviven hoy con su apellido por nombre.
Y todo esto viene porque el otro día me hicieron un 'Tournedo Rossini', y porque me di cuenta de que está bien, y es necesario, que haya algo que nos guste más que nuestro trabajo.

martes, 17 de abril de 2012

23.



Acababa de empezar a escribir para Le Complot, cuando mi vecino se puso a tocar el piano.

viernes, 6 de abril de 2012

22.

"Todo el mundo es encantador. E ingenioso. ¿Acaso no es delicioso? Por lo demás, todo el mundo es delicioso. 9 grados bajo cero. Es encantador, ¿verdad? No, no es encantador. Dios no está a la altura. Ni siquiera está en el Listín Telefónico. Pero de todos modos es encantador."
Tristan Tzara                

 


Recuerdo los pasos de Semana Santa de niña, y el sonido del terciopelo al deslizarse por la gravilla, y el silencio. Y cómo me sobrecogía mientras agarraba fuerte la mano de mi padre, que lo veía pasar con la vista perdida. Ahora sólo llueve y hace frío en Semana Santa, y veo a gente sufrir por ella, y no lo entiendo.